jueves, 6 de septiembre de 2012

El nuevo prometeo


La tecnología moderna y el nuevo Prometeo


Si la alta Modernidad tuvo por excelencia su novela de denuncia de las malas prácticas científicas individuales en Frankenstein, la posmodernidad ha reeditado el Mito de Prometeo con una novela de igual o más éxito comercial: Parque Jurásico es la novela de crítica científica por excelencia de la posmodernidad.


Al consolidarse la ciencia y la tecnología de la alta Modernidad se sentaron las bases de lo que en el siglo XX, tras un acelerado ciclo evolutivo en los siglos XVIII y XIX, será conocido como el “mundo tecnológico”, que a decir del profesor e investigador mexicano Jorge Linares, posee las siguientes características:
El entorno en el que vivimos ahora es, por primera vez, un mundo tecnológico; ya no vivimos en definitiva dentro de la naturaleza, sino en una tecnoesfera rodeada de la biosfera. Este factum histórico es el resultado de la expansión del poder tecnológico y de los alcances extraordinarios del ser humano de acción.1


 Ese poder tecnológico que la Modernidad desencadenó ha sido motivo de diversos debates, horrores metafísicos, reflexiones intelectuales y preocupaciones filosóficas de la más variada especie; todas con el elemento común de ponernos en alerta sobre las insospechadas posibilidades que nuestras jóvenes habilidades científicas y tecnológicas pueden engendrar (jóvenes en el marco del tiempo de vida del hombre en la Tierra, se entiende). Esa cualidad ha reavivado en la mente moderna y posmoderna las claves centrales del Mito de Prometeo.
Platón, en su personalísima versión del Mito lo narra así: En los albores de los tiempos, los dioses decidieron hacer la naturaleza y todo lo que en ella se aloja. Zeus, el dios mayor, encargó a Epimeteo, dios menor, esta labor, y así se puso Epimeteo a dotar a todo cuanto existe en la naturaleza con sus cualidades conocidas: “Ahora bien, como Epimeteo no era del todo sabio, se le escapó que había acabado con todas las capacidades en los seres carentes de razón; pero le quedaba aún sin preparar la especie humana, y estaba en un apuro de qué hacer. Estando en apuros llega a él Prometeo para examinar el reparto, y ve a todos los demás seres vivos cuidadosamente provistos de todo, pero al hombre desnudo, sin zapatos, al descubierto y sin armas… Así pues, sin saber qué salvación podía encontrar para el hombre, Prometeo roba a Hefesto y a Atenea la sabiduría artesanal junto con el fuego, pues era imposible que sin el fuego esa sabiduría pudiera adquirirse o ser útil a alguien, y de tal suerte la regala al hombre. De ese modo, el hombre obtuvo la sabiduría para sobrevivir… y obtiene el bienestar de la vida, pero a Prometeo, lo alcanzó más tarde el castigo por el robo”.2
En la tradición occidental, que ha interpretado el mito desde épocas remotas, se ha establecido que el fuego robado por Prometeo y devuelto a los hombres significa la sabiduría divina que llega a manos de los mortales; una esencia de vida y protección que estaba bajo el resguardo del gran dios y que es sustraída, en un acto de rebeldía, para ser otorgada a las más imperfecta de sus creaturas. La Modernidad vio prontamente el paralelismo entre el mito prometeico y las posibilidades que la ciencia y la tecnológica poscartesianas y posgalileanas traían consigo.
 

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