LA TECNOLOGIA NOS ESPERA
Según nuestro parecer, hay al menos dos
maneras de establecer alguna relación entre la educación en valores y
la tecnología. La primera, la de una tecnología que ayude o colabore,
con sus herramientas y procedimientos, en la educación en valores. La
segunda, siguiendo un camino contrario (y no por eso negativo), una
educación en valores que anime el desarrollo de la tecnología. Mejor
dicho, que coadyuve en el desarrollo, con valores, de la tecnología.
No
afirmamos que no existan más maneras de relacionar tecnología y
educación en valores, pero lo que me interesa es destacar, por ahora,
sólo ésas. La primera, en un sentido estricto, es dominio de la
tecnología educativa. Dicha tecnología, según sus aplicaciones, buscaría
los mecanismos para transmitir los valores haciendo uso, por ejemplo,
de plataformas audiovisuales, de estrategias comunicativas, de
softwares, etc. La segunda, o sea, la de una educación en valores que
impulse el desarrollo adecuado de la tecnología es dominio, sensu
stricto, de la ética y de la educación.Como es de esperar para esta
ocasión, me referiré a ésta última. Es nuestra opinión, que una bien
concebida educación tecnológica fundada en valores puede ser el más
estupendo instrumento para avanzar en la consecución de una tecnología
responsable. Igualmente, esa bien concebida “educación tecnológica en
valores”, por llamarla de algún modo, podría ser también el instrumento
para una adecuada asimilación de la tecnología en países, como el
nuestro, donde no tanto la desarrollamos, sino que la importamos y
consumimos ávidamente, incluso más todavía que los países llamados
desarrollados. Para poder afirmar lo anterior he necesitado basarme
previamente en una premisa que ha debido quedar sobreentendida: y es que
la tecnología y los valores o la ética guardan algún tipo de relación.
Sobre ese tema es que debería primero hablar; pues, sin admitir dicho
supuesto, se hace difícil, cuando no imposible, suscribir lo que
anteriormente he afirmado.
Hace
años, muchos en realidad, era frecuente admitir que la tecnología y no
tanto ésta sino su madre (¡y al mismo tiempo hermana!), la ciencia
natural, eran islas morales. La opinión más extendida era que la
ciencia, y por consiguiente la tecnología, estaban más allá del bien y
del mal, que eran valores en sí mismas y que como búsqueda y aplicación
de “la verdad” eran empresas sublimes, las más altas de la humanidad.La
cosa hoy, sin embargo, ha trocado considerablemente aun cuando la
búsqueda del conocimiento científico y su aplicación en la tecnología
sigue siendo una de las tareas más importantes del hombre, laimpresión
de que no se encuentran aisladas de los valores, de la moralidad, de que
no son islas morales, es cada vez más fuerte... y con razón.
La ciencia y la tecnología son sistemas intencionales de acción. Son
acción y como tales son susceptibles de evaluación moral. La ciencia y
la tecnología se desarrollan según valoraciones. Tras el impulso de la
empresa tecnológica se encuentran valores. El progreso, por ejemplo, es
el valor enarbolado mayormente cuando se trata del desarrollo
tecnológico. Podemos decir que hoy el progreso es un “valor
tecnológico”. La tecnología no se encuentra desvinculada “nunca” ni de
intereses ni de pasiones o valores. No existe, al menos hoy, una suerte
de ciencia por la ciencia misma o una tecnología por la tecnología misma
(es posible que ésta última nunca haya existido). Tanto la ciencia como
la tecnología constituyen un organismo dinámico en el que confluyen
determinadas prácticas, acciones e, incluso, instituciones, que buscan
el logro de determinados fines, apetecidos por intereses, deseos y
valores también determinados. La tecnología, como es no neutral
valorativamente, puede ser loada o condenada dependiendo de los fines
que se pretendan lograr mediante su aplicación, los resultados que de
hecho producen (sus consecuencias) y el tratamiento que den a las
“personas” como agentes morales (sobre todo cuando sólo son usadas como
medios y no como fines en sí mismas).
Las
actuaciones de una determinada tecnología puede generar diversas cosas,
por ejemplo, aparatos, sucesos, modificaciones a un sistema
preestablecido, etc. A tales resultados los podemos calificar, sin
mayores inconvenientes, de artefactos, es decir, “arte-factus”, “hecho
con arte”, “hecho con técnica”. O, utilizando una licencia metafísica,
de “entes no naturales”, “seres artificiales”. Los aparatos son
artefactos, a los sucesos y modificaciones de sistemas naturales
preestablecidos también los podemos llamar propiamente artefactos, así
como a los efectos de la operación de un sistema tecnológico y sus .
Pese a esto, y en contra de la opinión, muy común, de que la tecnología
es sólo unconglomerado de artefactos y técnicas, podemos decir que ella
no es sólo eso aunque aquéllos resulten necesarios e importantes para
ésta.
Después de lo que hemos venido diciendo podemos comprender mejor por qué la ciencia y la
tecnología
no pueden ser reducidas solamente al uso que es dable hacer de
conocimientos y artefactos, tampoco la ciencia y la tecnología pueden
ser reducidas a las consecuencias de la aplicación de alguna técnica
específica. Si los sistemas mediante los cuales es “producido” el
conocimiento, así como los sistemas técnicos mediante los cuales ese
conocimiento es aplicado (en la creación de artefactos) resultan ser
intencionales, entonces aparecen necesariamente problemas éticos en
torno a las intenciones de los agentes, los fines que son perseguidos y
que fijan los hitos de la investigación, los valores, deseos y pasiones
que están presupuestos y los resultados, ora intencionales o no. Una vez
que es reconocida la no neutralidad valorativa de la tecnología es
preciso averiguar desde dónde puede ella ser desarrollada adecuadamente,
lo que quiere decir, con buenos fines, o sea, éticamente. Ese “desde
dónde” no puede ser otra cosa que el emplazamiento que ofrece la
educación. Sin duda, una de las mayores oportunidades que la llamada
“educación en valores” tiene para ponerse en práctica se brinda en la
formación para la tecnología. Incluso desde la escuela, pensamos, y no
sólo en las universidades o institutos tecnológicos, puede fomentarse
una mentalidad que impulse la tecnología y la ciencia a través
de valores como por ejemplo: la responsabilidad.
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